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martes, 5 de mayo de 2015

Los gatos no tienen nombre

Hacía frío y caminaba deprisa por la calle. Había pasado la medianoche y las calles estaban vacías. Las farolas apenas alumbraban y sus pasos resonaban a la vez que una nube de vaho salía apresuradamente de su boca. Se sentía cansada y al llegar a la plazoleta se dejo caer sobre los escalones. Apoyó la cabeza sobre sus rodillas y abrazándose a si misma empezó a llorar. Lloraba desesperadamente, sin aliento, entrecortadamente y sin ruido, lloraba por todo aquello que fue y por lo que no fue, lloraba por el pasado y a la vez por el futuro que no conocía, lloraba por los que le habían querido y por todos aquellos a los que ella había dado la espalda, lloraba por sus miedos y sus valentías, por el dolor que le robaba la respiración y por la alegría de poder seguir respirando, lloraba por los porqués y por las sinrazones. Lloraba por las risas y por los abrazos recibidos, por los engaños y por las palabras amables. Y lloró por todo y también por nada. Un ruido le hizo levantar la vista. Sentado frente a ella había un gato que la miraba fijamente, un escalofrío recorrió su cuerpo y cerró con mas fuerza el abrigo sobre su tembloroso cuerpo. Le daban miedo los gatos, pero por alguna extraña razón, los ojos de aquel transmitían tranquilidad. Recordó algo que había leído: "los gatos no tienen nombre, las personas tienen nombre porque no saben quiénes son, pero lo gatos saben quiénes son, por eso no necesitan nombre". Se levantó muy despacio y por un momento deseó con todas sus fuerzas no tener nombre. Rg  (Al pop corn. Octubre 2013) 


Foto. Rg



  

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