Escuchó cómo el bolígrafo rodaba por la mesilla y caía al suelo después de un corto vuelo, casi sin ruido. Apagó la luz y cuando sus ojos se acostumbraron a la penumbra de la habitación, los cerró. También cerró su alma y su corazón. Cerró para no volver, porque deseaba volver a ser. Un suave adiós salió de sus labios. Rg (Lanza rota. Junio 2018)