Se tumbó en la cama y se quedó quieta, ni un solo movimiento. Cerró los ojos e intentó no pensar en nada.
Sintió la almohada húmeda.
La cabeza se llenó de pensamientos, rápidos, fluidos, sin sentido.
Quería poner orden a todo, pero sentía un gran peso sobre ella, un peso que le impedía moverse.
El peso de sus emociones, el peso de su propio yo. Rg. (Al pop corn. Septiembre 2015)