Me prometí que no volvería a escribir, pero para qué están las promesas sino para romperlas. Sentada en un destartalado asiento azul de plástico de un ruidoso y traqueteante tren que recorre Kanchanaburi, mientras el aire caliente y pegajoso entra por la ventanilla abierta y mis ojos disfrutan del curso del río Kwai y de los verdes campos, me doy cuenta de que soy feliz y que necesito escribir. Rg. (Tailandia. Agosto 2019)
Foto. Rg